LA TIERRA POÉTICA SANA LAS HERIDAS DEL ALMA

La Tierra Poética sana las heridas del alma es un poem-sayo: una travesía simbólica, visceral y lúcida que se atreve a cuestionar los dogmas del consenso científico moderno, los mitos del progreso y los mecanismos invisibles de deshumanización que han moldeado nuestra cultura.

Vivimos atrapados en una cosmovisión impuesta, un sistema de percepción heredado que no nace del alma ni de la experiencia directa, sino de lentes distorsionados que deforman lo real. Este libro parte de una certeza: no es posible ver con claridad mientras se sigan usando los lentes que diseñaron quienes no quieren que veamos. Y esos lentes no están sucios por descuido: fueron diseñados para impedirnos recordar.

Frente a ese condicionamiento profundo, la obra propone un camino de desprogramación que no se apoya en el dato duro ni en la denuncia, sino en el lenguaje simbólico y poético: una vía directa hacia lo real, sin mediaciones técnicas ni ideológicas. Porque los símbolos no informan: transforman. Y quien aprende a leerlos, ya no puede seguir mirando igual.

Esta mirada se nutre de la Cábala, del Cuarto Camino de Gurdjieff, del pensamiento de Jung, y otras corrientes esotéricas, filosóficas, psicológicas y místicas, para ofrecer una visión integradora que no separa lo humano de lo divino, lo espiritual de lo encarnado, lo poético de lo profético.

Porque la poesía no es ornamento: es lenguaje sagrado. Así lo entendieron todas las tradiciones. Todos los textos fundantes de la humanidad fueron escritos en clave poética, porque solo así puede decirse lo indecible. Quien no piensa en símbolos, no comprende la vida. Y la vida —toda ella— se expresa en símbolos.

Este libro no es de ciencia, aunque desmonta sus dogmas.
No es espiritual, aunque se hunde en lo trascendente.
No es un poemario, aunque la poesía lo vertebra.
No es un ensayo tradicional, aunque lo atraviesa el pensamiento.

Es un artefacto poético para esta era de confusión.
Una brújula para el alma.
Un espejo que no muestra el rostro que ya conoces, sino el que olvidaste.
Una herida que habla.
Una voz que recuerda.

Y como toda verdad que toca un nervio profundo, quien logre limpiar sus lentes y empezar a ver, será primero ignorado, luego ridiculizado, después combatido... hasta que su visión se vuelva inevitable. Como todo lo verdadero, no convence: resuena. No persuade: despierta.

 

Carta abierta a quien aún sueña

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Oblatio

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